sábado, 13 de junio de 2009

El Impertinente (4) Planeta Fútbol

Ahora que la fiebre del fútbol ha vuelto a desatarse, otra impertinencia:

Nº 13 Junio 2009 -
En un viaje con alumnado a París al pasar con la guagua delante de la Catedral de Notre Dame la muchachada apenas le dedicó alguna mirada de soslayo a pesar de las entusiastas explicaciones del guía. Poco después pasamos frente al estadio de fútbol de Saint-Denis y se produjo un movimiento sísmico hacia el lado derecho de la guagua acompañado de una enorme algarabía y el disparo de decenas de flashes de cámaras fotográficas. La mayoría de los niños varones de seis años a los que impartía en una ocasión un taller de exlibris (marca personal que se le pone a los libros de la propia biblioteca) eligieron como motivo el escudo del Real Madrid o el F.C. Barcelona. Un chaval quinceañero me preguntó hace poco por el equipo al que pertenecía yo (dando por supuesto que tenía que pertenecer a uno) y al responderle que a ninguno me contestó: “¡mire que usted es raro!”. Esto, que a muchos les despertará una sonrisa de complicidad, a otros empieza a inquietarnos.
Debemos rendirnos a la evidencia. La religión de este siglo XXI (aunque ya venía de antes) es el fútbol. Sí, he dicho ‘religión’, no espectáculo o deporte. Si tomamos, por ejemplo, la definición de religión que hace el sociólogo G. Lenski como “un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos” vemos que encaja perfectamente. El fútbol es hoy básicamente un sistema de creencias, de identificación irracional, con sus rituales, gurús y aspiraciones existenciales. Seguramente sabrán que muchos de los grandes equipos de fútbol ya disponen de columbarios donde los fieles más ultra podrán depositar sus cenizas una vez fallecidos (igual que en las iglesias hace unos siglos antes de la aparición de los modernos cementerios). Se trata de una vinculación emocional que pretende trascender esta vida. Estamos asistiendo por tanto al triunfo de una nueva e imparable religión. Otros hablarán del factor económico (las religiones no son ajenas al mismo) o de su papel como canalizador de la conflictividad social o de moderno sustitutivo de la guerra (las religiones tradicionalmente ejercían un enorme control social y disponían de la capacidad de declarar una guerra o proclamar la paz).
El fútbol es la nueva religión global. Aúna a ricos y pobres, a gentes de distintas culturas y condición en un credo común. Es el único ‘pegamento’ social efectivo que aún queda. Su Olimpo está poblado de miles de dioses. Es un nuevo politeísmo rebosante de dioses de primera división, semidioses de segunda y una pléyade de candidatos en las divisiones inferiores repartidas por todo el mundo. De los dioses de primera interesa todo: si tienen un pequeño percance en un entrenamiento, unas mínimas declaraciones donde expresan lo contentos que están por estar en el club en el que siempre han querido estar (días antes de fichar por otro) o si salen mucho de sarao o no. Esto puede ocupar proporcionalmente más tiempo en un telediario que cualquier otra noticia del día. Los nuevos príncipes de la iglesia, esto es, los presidentes de los grandes clubs, sus obispos o directores técnicos y los sacerdotes en forma de entrenadores se reparten la lucha por conseguir la primacía de sus respectivas parroquias. La cara más visible, indiscutiblemente, son los dioses –jugadores, los que están en contacto con el pueblo, los que consuelan, los que marcan el camino. La gran mayoría son dioses de quita y pon, con cláusulas de rescisión de contrato, como concesión a la modernidad. A veces la parroquia está de capa caída y el pueblo se rebela. Entonces cambia la jerarquía para que todo siga igual.El caso es que podemos aplicar a esta nueva religión todo el aparato clásico de la crítica tradicional. Del mismo modo que Marx hablaba del papel adormecedor de la Religión respecto a los problemas del proletariado o de su dimensión alienante hoy podemos decir lo mismo en relación al fútbol. Muchas veces me pregunto qué pasaría si una mínima parte de las energías que el personal emplea en hablar de fútbol, celebrar los triunfos o mascullar los fracasos del club de sus amores, se aplicaran en otras cosas “más productivas” o “más relevantes para su vida diaria”. Y quizás en esto reside precisamente el quid de la cuestión. Se trata al final de la nueva máscara del poder, la nueva forma que el “panem et circem” adopta en la era de la globalización. Es una fórmula con glamour, con estética de videoclip, que contenta a todos. Sólo espero que, al menos, en este Planeta Fútbol no se destape una nueva forma de Inquisición para castigo de los herejes que aún quedan.

4 comentarios:

  1. Lo leí el viernes en Tangentes y estoy totalmente de acuerdo; ya no se puede hablar del fútbol como deporte, sino como negocio o, lo que es peor, como religión.
    Yo sigo estudiando para mi examen de Ética, aunque hoy sea domingo (nótese ironía jaja).
    ¡Saludos!

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  2. Me temo que con esta histeria que nos rodea esto habrá que decirlo con la boca pequeña, no sea que nos linchen.

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  3. Yo espero poder seguir considerándome colega a pesar de que me guste el fútbol. Aún así, coincido plenamente en lo que dices. Pan y circo, ya se sabe-

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  4. Está claro que contigo haré una excepción.

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