Dedicado a Eva Solano, antigua alumna cuya sensibilidad solidaria ya afloraba en aquellos años de instituto, y a Ana Reyes, histórica compañera de la Red Canaria de Escuelas Solidarias.
Hay que tener valor para plantarse en la capital de los territorios ilegalmente ocupados por Marruecos y desplegar allí una bandera saharaui. Y es que el valor es una cualidad moral. Algunos llamarían a esto temeridad pero sería lo mismo que acusar de irresponsable a Gandhi cuando se sentaba frente a los cipayos o arriesgaba su vida con una huelga de hambre. La lucha del ser humano por la dignidad está llena de gestos de este tipo, gestos que rompen barreras y que derriban muros de inmovilismo, gestos que dan voz a los silenciados y que nos hacen a todos un poco más decentes. No perderé el tiempo en poner sobre la mesa lo que cualquier persona mínimamente formada e informada debería saber sobre la colonización marroquí, la diáspora y la lucha del pueblo saharaui, la cínica posición del gobierno español y las condiciones de vida en los territorios ocupados. Pero ante esta nueva demostración de dignidad, como la que ya nos diera Aminetu Haidar hace escasamente unos meses, hay que descubrirse y reconocerla en lo que vale.
Lo penoso es descubrir cómo muchas veces parte de la ciudadanía parece hacer suya el juego de intereses impresentables de los gobiernos marroquí y español, olvidando el sufrimiento histórico del pueblo saharaui. Frente a acciones como éstas, tan valerosas como pacíficas, duele leer en algún que otro foro pasquines que tratan de minusvalorar y cuestionar este gesto. El valor de estas acciones es que ponen en el punto de mira el núcleo de la cuestión: la ocupación marroquí y el expolio de los saharauis. Muchos querrían barrer bajo la alfombra este problema que resulta muy molesto en el entramado de relaciones internacionales. Pero una vez más, gracias a la sociedad civil, gracias a un puñado de valientes que se plantan en la boca del lobo, que tienen que soportar la bota y el puño marroquí, la justicia vuelve a tener un atisbo de esperanza.
Lo penoso es descubrir cómo muchas veces parte de la ciudadanía parece hacer suya el juego de intereses impresentables de los gobiernos marroquí y español, olvidando el sufrimiento histórico del pueblo saharaui. Frente a acciones como éstas, tan valerosas como pacíficas, duele leer en algún que otro foro pasquines que tratan de minusvalorar y cuestionar este gesto. El valor de estas acciones es que ponen en el punto de mira el núcleo de la cuestión: la ocupación marroquí y el expolio de los saharauis. Muchos querrían barrer bajo la alfombra este problema que resulta muy molesto en el entramado de relaciones internacionales. Pero una vez más, gracias a la sociedad civil, gracias a un puñado de valientes que se plantan en la boca del lobo, que tienen que soportar la bota y el puño marroquí, la justicia vuelve a tener un atisbo de esperanza.