miércoles, 4 de mayo de 2011

Pasión por la Música (2) Centenario Mahler

Se cumple este mes el centenario del fallecimiento de Gustav Mahler. Otra magnífica excusa para reafirmarse en la fe mahleriana de tantos incondicionales repartidos por el mundo. Siempre vuelvo a Mahler cada vez que tiene uno esas épocas de exaltación nostálgica, cosa que pudiera resultar un contrasentido, pero también a través de ciertos estados de ánimo de la familia de la melancolía puede alcanzarse algún estado de éxtasis. Y nada más propicio para acompañar este tránsito de la existencia que alguna de las sinfonías de Mahler. Como ya relatara en un post pasado tengo una especial predilección por la 2ª, pero no se queda atrás la 1ª, la 5ª o la 8ª. Cada una de ella, a pesar del aire de familia que las caracteriza, con una impronta propia y especialmente recomendada según los matices del ánimo. Cien años después de su muerte el mahlerismo goza de una extraordinaria salud entre los melómanos. Incluso las representaciones de obras de Mahler ha desplazado a las de Beethoven, que ya es decir. Pero no siempre la cosa fue así. Hubo un tiempo en que Mahler era percibido por muchos como un compositor decadente y estridente, más dado al efectismo que a la profundidad. Superados estos prejuicios (pues no eran otra cosa) pocos se atreven a minusvalorar la obra del compositor bohemio.
A pesar de esto ¿cómo acercarse a Mahler? Uno que se dedica a esta forma de sacerdocio que es la docencia se pregunta: ¿es posible introducir a un chico/a de 17 años en los arcanos del mahlerismo? Supongo que no. Es algo a lo que uno llega por su propia trayectoria o no hay nada que hacer (después de ciertos intentos con este y otros imposibles he llegado a esta fatal conclusión). Oír a Mahler, como hacerlo con gran parte de los clásicos, supone un tipo de actitud completamente en las antípodas de lo que se destila hoy en día. Para oír a Mahler hace falta tiempo, calma y disposición de ánimo, tirando por lo bajo. Cosas que se antojan una quimera en nuestro mundo vacuo e hiperveloz. No queda más remedio que acentuar el espíritu de la resistencia y acostumbrarse a vivir instalados en un perpetuo cuartel de invierno. Tiene su gracia, no se crean.

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