martes, 21 de febrero de 2012

Estudiantes

Hace algunos años, antes de que fuéramos devorados por el universo digital, antes de que el homo hubiera transmutado en consumidor muy poco sapiens, se decía que la rebeldía era la condición inherente de la juventud. La insolencia y el inconformismo propio de unos años marcados por el chutazo hormonal y el descaro adolescente tenían como consecuencia un sano cuestionamiento del orden establecido. Las tensiones resultantes con las generaciones anteriores eran el motor, muchas veces, del cambio social. Pero todo esto pasó a mejor vida en cuanto los mercados (o como quiera usted llamar a ese ente difuso pero omnipresente que emana del turbocapitalismo) decidieron que todo lo que rodea a la marca 'joven' suponía una buena oportunidad de negocios. Y en estas surgió el Disney Channel y se terminó de conseguir la estupidización juvenil globalizada.
Ahora que las cosas empiezan a torcerse ese mundo ficticio de Hanna Montana y Justin Bieber (pobrecillo míos -igual ya no están de moda y gastan su fortuna en alcóhol y psicólogos, yo qué sé) muestra su verdadera cara. Lo joven no es sino una nueva forma de carnaza en este mundo de consumo de masas. El efecto neuronal en la última generación de jóvenes ha sido devastador pariendo nuevas formas de alienación que dará mucho trabajo a los sociólogos del futuro. Con todo, empiezan a verse algunos brotes verdes. Las protestas del alumnado del IES Luis Vives de Valencia podrían señalar un nuevo despertar. No sé si es más fruto de las ganas que de un análisis mínimamente riguroso de los hechos pero ver a chavales afeando los recortes en educación de unas autoridades aplicadas a acabar con todo lo que huela a público me llena de esperanza. Que este brote de rebeldía juvenil tenga su epicentro en Valencia tiene también una enorme carga simbólica. No en vano se trata de una de las comunidades más endeudadas por el despilfarro megalomaniático, corroída por la corrupción y al mismo tiempo con una ciudadanía secuestrada por el espejismo del enriquecimiento fácil. Las nuevas autoridades, arropadas por millones de votos fruto de una confusión social generalizada, donde el usuario de la sanidad pública aupa a la gestión de la misma a quien no sabe lo que es una sala de espera de un ambulatorio, donde el trabajador humilde cree que los intereses de la patronal son sagrados o donde el personal piensa que despedir más barato es la fórmula mágica para crear empleo, han decidido cortar por lo sano y aplicar la vieja política de la porra y la rodilla en la nuca.
En el nuevo orden natural de las cosas, en el que la derechona detenta el poder político y el económico (como Dios manda -nunca mejor dicho), unos estudiantes han abandonado por un momento aquello a lo que tienen que dedicarse (abarrotar los centros comerciales) y han gritado “¡ya está bien!”. Para que el ejemplo no cunda y a la gente le dé, en un alarde de esfuerzo intelectual, por juntar los recortes en el Estado del Bienestar con la nueva reforma laboral y los retrocesos en derechos civiles, han declarado la guerra sin cuartel al enemigo. Me pregunto si todos los hijos de los policías estudian en colegios privados.

1 comentario:

  1. Seguramente no, pero lo incómodo se reprime y se tapa, es mejor vivir sin que se despierte la conciencia; lo cómodo es dejarse llevar o que te lleven sin pensar, que cuesta.

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