domingo, 3 de junio de 2012

Orlas


La vida está llena de ritos de paso. Esto es, ceremonias que señalan el tránsito por las diferentes etapas de la vida. El cariz de todas ellas está ligada a las distintas culturas. En el mundo cristiano el baustimo, la comunión, la confirmación, el matrimonio o la extremaunción (aunque sean denominados “sacramentos”) cumplen ese papel y, en realidad, simbólicamente, no difieren en nada del rito iniciático de cazar un león para entrar en la vida adulta o ponerse un piercing en la nariz. Al mismo tiempo, nuestra naturaleza celebrante nos lleva a ritualizar estos momentos, a compartirlos y ponerlos de relieve. En el mundo educativo, la entrega de orlas se ha convertido en el principal rito de paso. Hay quienes manifiestan una cierta reticencia sobre todo por su supuesta influencia norteamericana (otra consecuencia más de la globalización, qué se le va a hacer). Pero, más allá de las formas, resulta importante señalar la importancia que le damos a la finalización de la etapa escolar. Si hay un momento que en nuestros días coincide con la entrada en la “vida adulta” (con permiso de los eternos adolescentes) es la finalización del bachillerato. En este momento se empieza a ser consciente de que el tiempo nos convoca y nos pide cuentas. ¿Qué haremos con nuestras vidas a partir de ahora?, ¿qué nos espera?, ¿quiénes se cruzarán en nuestro camino?, ¿qué pasará con los amigos de siempre? Frente a esta cita decisiva es normal que nos arropemos con nuestras mejores galas, que hagamos de ese momento algo especial y señalado, que dejemos un hueco para la nostalgia y el reconocimiento. Son estas cosas que tenemos los humanos, tan sobredotados de conciencia y emociones que muchas veces no sabemos qué hacer con ellas. Si no fuera por nuestra vocación simbólica la vida sería un inmenso erial donde los acontecimientos que nos ocurren no se distinguirían unos de otros. Menos mal que sazonamos la existencia con celebraciones, encuentros y, a veces, despedidas (aunque sean en forma de un 'hasta luego'). Prefiero los oropeles de un acto de entrega de orlas, por muy americanizante que pueda parecer, a una tediosa y tendenciosa confirmación católica o a una nefanda presentación en sociedad de señoritas acaudaladas. ¡Gaudeamus igitur... de brevitate vitae!

2 comentarios:

  1. Damian me ha encantado esta entrada por el egoíco e instintivo mecanismo de disfrutar con las ideas compartidas. Me parece tan interesante que te la voy a pedir prestada, para en tu nombre, colgarla en mi blog. La siento tan cercana, tan acertada y tan resumidamente globalizadora. Bssss.

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  2. Muchas gracias, Emejota. Ya sabes que tienes barra libre en "La inocencia del devenir". Besos.

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