Gene Kelly hubiera cumplido hoy cien años. ¡Cien años! Me sorprende
de entrada que uno de mis más admirados personajes tenga edad, que no sea un
personaje fuera del tiempo, anclado permanentemente en los 40 años que tenía
cuando rodó “Cantando bajo la lluvia”. Quizás no fuera uno de los mejores
actores de su época pero como bailarín, como productor y como artistas nos legó
un puñado de películas inolvidables. Al clásico indiscutible ya mencionado,
habría que añadirle una de mis favoritas: “On the Town”, un musical que marcó
época y que fue de los pioneros en salir a la calle y abandonar los decorados
de cartón piedra. O ¿qué me dicen de “Un americano en París” y sus números
inmortales? ¿Quién no se ha puesto a tontear alguna vez con un paraguas bajo la
lluvia o ha esbozado alguna mala imitación de claqué? Yo sí, aunque con
resultados, evidentemente, desastrosos. Frente al acartonado y excesivamente
atildado Fred Astaire, Kelly sigue resultando un tipo moderno, atrevido,
acróbata (no en vano estaba dotado de una fuerza y elasticidad excepcionales).
Supo retirarse a tiempo y pasar a segunda fila cuando ya el cuerpo empezaba a no estar para grandes alegrías. Era un
obseso perfeccionista y exigía que los números musicales se ensayaran hasta la
extenuación. El “pobre” Frank Sinatra lo pasaba fatal con él, no en vano era un
tipo más proclive a vivir de su carita que a meterse a un maratón de ensayos
entre pecho y espalda.
Llevo tiempo intentado encontrar alguna bibliografía en
español sobre Gene Kelly, pero ¡nada! Ni siquiera con la excusa del centenario,
como suele pasar en otros casos, parece haberse movido la cosa. Así que si
algún lector tiene noticia de ello este humilde bloguero le estará muy
agradecido. Reconozco que Kelly era un tipo que me causaba, y lo sigue haciendo,
una profunda admiración. Gestualmente apenas iba más allá de esbozar su
característica sonrisa marcada por esa cicatriz suya de la mejilla. Pero cuando
se ponía en movimiento… A mí esta movida
de los grandes musicales siempre me ha parecido el género más fascinante del
séptimo arte. Incluso he llegado a pensar que si convirtiéramos la existencia
en un gran musical otro gallo nos cantaría (o nos bailaría). Gene Kelly que
estás en los cielos, márcate unos pasos y alégranos esta maldita y mediocre
existencia dominada por peperos y mercadeos.
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