martes, 21 de agosto de 2012

Previsores


Hace algo menos de veinte años, en el transcurso de un acto público en el que el político de turno responsable de las grandes infraestructuras de esta ínsula trataba de justificar la última de sus mega ocurrencias, tuve la oportunidad de hacer una pregunta claramente impertinente: ¿tiene usted alguna proyección de las posibles condiciones de vida en esta isla a diez, veinte o treinta años?  El político me miró como si le hubiera preguntado por el Teorema de Fermat. El caso es que uno, en mi ingenuidad de entonces, pensaba que los políticos también estaban para eso, para gestionar y tomar decisiones mirando al futuro. Por supuesto que en aquella reunión se nos aseguró que esa y otras infraestructuras eran las condiciones necesarias para un futuro económico y social esplendoroso para esta tierra y que los que ponían objeciones no eran sino peligrosos cavernícolas, abonados al ‘no’ a todo. Pues bien, un par de lustros después (y con unas cuantas obras faraónicas de por medio) estamos donde estamos, en medio de una crisis económica galopante que tiene a nuestras islas en un increíble e inasumible 30% de paro. Es cierto que desde entonces ha habido quienes han ganado mucho dinero con todo esto, que todo se ha multiplicado por no sé cuánto, que los municipios han crecido de manera exponencial muchos de ellos. Pero, curiosamente, esto no nos ha librado del gran batacazo. Es más, en cierto sentido nos ha llevado a él. Previsores que somos…
Mientras el beneficio económico inmediato de unos pocos siga siendo el motor de las decisiones de calado que se toman en estas islas no tendremos remedio alguno. Y mientras el personal piense que las cosas no pueden ser de otra forma pues más de lo mismo.  Al final, lo único que hemos conseguido es condenar a una o varias generaciones de jóvenes a tener que marcharse de su tierra. Tenemos a una hornada de sociólogos, psicólogos, científicos y un largo etcétera cuidando niños en Londres o repartiendo pizzas en París. Y es que aquí, por muchos planes insulares de esto o de lo otro, mucho documento técnico sobre ordenaciones de todo lo ordenable, en realidad se carece de una perspectiva seria (o dicho de otro modo, sostenible, viable y justa) del futuro de estas islas. Sobre todo porque se sigue apostando por un modelo de crecimiento que está ya absolutamente caduco, basado en la construcción, el turismo de masas y el faraonismo para mayor gloria del mandamás que toque. Un modelo de “coge el dinero y corre”. Un modelo que nos ha dejado las costas de esta isla que da pena verlas, pueblos abigarrados con su identidad borrada (la mayoría de ellos), un parque automovilístico brutal y, quizás, lo que es peor, la misma pobreza cultural que antes. Bien se dice que lo peor, con todo, son las manías de nuevos ricos que nos entraron en las últimas décadas. Pensábamos que esto iba a ser una especie de Montecarlo pero a lo bestia, sazonado, eso sí, con mucha romería y exaltación de la cosa verbenera-folklórica (con todos mis respeto por los verbeneros -folklóricos). El caso es que perdimos (si es que llegamos a tenerla alguna vez) todo rastro de memoria histórica. Nos olvidamos que esta tierra, en su fragilidad, fue tierra de inmigrantes, que esto fue debido en gran parte a los sucesivos monocultivos, a la estructura política caciquil, a nuestra dependencia económica, la nula diversificación productiva… Más o menos como hasta ahora. No sé porqué me he acordado en estos días de aquel político de entonces.

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