No he leído mejor
definición de lo que está pasando que la que acaba de emplear Ignacio Ramonet
en su Le Monde Diplomatique, “sadismo económico”. No otra cosa es el empeño que
ponen los responsables de la cosa macroeconómica, una aplicación sin límites en
el arte de hacer sufrir a la ciudadanía. Encima, para suerte de estos
prebostes, al personal le ha dado por el rollo masoquista. Y es que las ovejas
aguantan lo que le echen. Elegimos a una corte de plutócratas para que nos dejen
con lo puesto. Personajes a los que la maldita crisis o bien les hace más ricos
o como mucho se ven obligados a prescindir de una de sus muchas empleadas del
servicio o de algún Ferrari de su flota de coches. Y así nos va. Luego los
lobos nos asustan diciendo que si nos portamos mal vendrán otros lobos más
malos aún. Eso lo hemos visto en Grecia,
por ejemplo, donde a pesar del sufrimiento infinito causado a la población al
final se sigue eligiendo a los mismos para administrar la nada. Aquí algunos se
ilusionan con unas elecciones anticipadas o algún tipo de referéndum después de
que, como estaba cantado, el PP hiciera todo lo contrario de lo que propugnaba.
El lógico (y hasta poco) descontento social al final terminará plegándose
mayoritariamente a algunos de los dos partidos que controlan el cotarro. Para
ello ya se pondrá la maquinaria mediática a asustar al personal, como si lo que
ya tenemos encima fuera un juego de niños. Algo muy propio de una pandilla de
sádicos. Si el Marqués de Sade levantara la cabeza se sentiría muy satisfecho
viendo el empeño que ponen los nuevos cachorros del ultraliberalismo con la
fusta y el silicio de siete colas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario