sábado, 4 de agosto de 2012

Sadismo económico


No he leído  mejor definición de lo que está pasando que la que acaba de emplear Ignacio Ramonet en su Le Monde Diplomatique, “sadismo económico”. No otra cosa es el empeño que ponen los responsables de la cosa macroeconómica, una aplicación sin límites en el arte de hacer sufrir a la ciudadanía. Encima, para suerte de estos prebostes, al personal le ha dado por el rollo masoquista. Y es que las ovejas aguantan lo que le echen. Elegimos a una corte de plutócratas para que nos dejen con lo puesto. Personajes a los que la maldita crisis o bien les hace más ricos o como mucho se ven obligados a prescindir de una de sus muchas empleadas del servicio o de algún Ferrari de su flota de coches. Y así nos va. Luego los lobos nos asustan diciendo que si nos portamos mal vendrán otros lobos más malos aún. Eso  lo hemos visto en Grecia, por ejemplo, donde a pesar del sufrimiento infinito causado a la población al final se sigue eligiendo a los mismos para administrar la nada. Aquí algunos se ilusionan con unas elecciones anticipadas o algún tipo de referéndum después de que, como estaba cantado, el PP hiciera todo lo contrario de lo que propugnaba. El lógico (y hasta poco) descontento social al final terminará plegándose mayoritariamente a algunos de los dos partidos que controlan el cotarro. Para ello ya se pondrá la maquinaria mediática a asustar al personal, como si lo que ya tenemos encima fuera un juego de niños. Algo muy propio de una pandilla de sádicos. Si el Marqués de Sade levantara la cabeza se sentiría muy satisfecho viendo el empeño que ponen los nuevos cachorros del ultraliberalismo con la fusta y el silicio de siete colas.

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