La exposición en vigor en La Fundación Caixa Madrid dedicada
al pintor William Blake muestra al final del recorrido el célebre cuadro de George
Frederic Watts, Mammon (1884). Este cuadro, casi de tamaño natural, representa
a un tirano repulsivo sentado en un trono decorado con calaveras. En su regazo
guarda celosamente unas bolsas de dinero, mientras humilla a unos jóvenes que
yacen a sus pies. Watts refleja de una manera descarnada y brutal a esta deidad
de la riqueza y la opresión. Mientras la pintura del pintor inglés se muestra
al público, a modo de inquietante recordatorio,
miles de personas rodean el Congreso en la capital del Estado, de una manera quizás nada casual, para gritarle al
Mammon que hay dentro que ni lo queremos ni nos representa. En estos tiempos posmodernos
los sátrapas llegan al poder usando los resortes electorales y mediante todas
las trampas de la mercadotecnia que convierte la cara brutal del Mammon de
turno en un amable político besa niños. Volviendo a la sala de exposiciones, frente
a Mammon se encuentra otro de los célebres cuadros de Watts y de símbolo
completamente opuesto, La Esperanza (1878), en la que una joven, con los ojos
vendados, se aferra a una lira de la que solo queda una cuerda sin romperse. De
igual modo, nuestro futuro pende de un hilo. Nuestras posibilidades de vivir
una vida que no sea la de un moderno siervo medieval han quedado prácticamente
reducidas a la capacidad del conjunto de la ciudadanía de enfrentarse a los
mammones que pululan en parlamentos, consejos de administración bancarios y agencias
de calificación de riesgo. Pero el orondo tirano tiene además una larga porra
en la mano con la que abrir la cabeza a disidentes y librepensantes de distinto
signo. Mientras, el puto helicóptero da vueltas a modo de mosca cojonera a la
altura de la cabeza de Mammon, trazando círculos sobre su corona puntiaguda y
retratando fieramente a quien ose levantar la cabeza.
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