jueves, 18 de octubre de 2012

Gracias, señor Wert.


Una asamblea de alumnos después del recreo en el hall de mi centro… pensaba que estas cosas ya no las volvería a ver y ¡me alegro! El ministro Wert, verdadero ariete de la derechona más rampante, ha tenido la virtud de empezar a movilizar aquellas energías que permanecían en modo eco desde tiempos casi inmemoriales. Que una confederación de padres y madres de alumnos convoque una huelga, secundada por varios sindicatos de estudiantes, ha sido toda una (grata) novedad. La reacción de Wert, secundada a su vez por las asociaciones católicas (para quienes debemos vivir en el mejor de los mundos posibles), no se ha hecho esperar: aquí todo el que se mueve es un peligroso ultraizquierdista. Así que estos alumnos de mi centro son peligrosos ultraizquierdistas. ¡Y yo sin caer en la cuenta!, ¡jugándomela todos los días rodeado de jóvenes incendiarios, antisistemas, vagos y maleantes! ¡Gracias, señor ministro, por abrirme los ojos! El ejercicio de educación para la ciudadanía que ayer creí ver en mi centro, de puesta en práctica de un sinfín de competencias básicas, no era sino una algarada de una pandilla de potenciales unabombers.
Afortunadamente, la paz de los cementerios que la ultraderecha (esos sí que son ultras de verdad) quiere imponernos empieza a resquebrajarse. A pesar de la llamada pretendidamente ejemplarizante de quienes sostienen que con el ora et labora se arreglan los problemas del mundo, la perroflautería internacional, los estudiantes sin papás con chequera interminable, los parados (que no quietos), los transeúntes que apenas llegan a final de mes y las depauperadas clases medias empiezan a no estar por seguir manteniendo la boca calladita. La masa estudiantil, que antaño hiciera temblar a los prebostes que ocupaban el poder como se ocupa un sillón catedralicio, vuelve por sus fueros. Dicho de otra forma: ¡no está todo perdido! A pesar de la evidente bisoñez en estas cuestiones de nuestros alumnos, reconfortaba “Wert” cómo, micrófono en mano, se hacían preguntas que a nuestro poder pepero le debe hacer maldita la gracia: “¿podremos pagarnos la universidad?”, “¿podremos acceder a una  beca?”, “¿tendremos que emigrar de nuestras islas?”… resumidas en un estremecedor “¿qué será de nosotros?”. Claro que a estos chicos les ha dado por pensar, por hacer un alto en las cuitas de la liga de fútbol, e, inevitablemente, ¡la hemos liado! Pues ¡a seguir liándola, querido alumnado!, ¡que nadie les arrebate la voz ni la esperanza!

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