viernes, 1 de enero de 2016

Agrupémonos en la lucha final.





                                                                                                            
 ¿Dónde están los últimos lectores?, ¿dónde aquellos que han roto con la telaraña del consumismo?, ¿los que se ríen de la propaganda del gobierno y de las corporaciones financieras?, ¿los que arrojaron el traje de smoking al contenedor de reciclaje?, ¿los que aborrecen el famoseo, el cutrelux y la globalización futbolera?, ¿los que oyen a Mahler o a Deep Purple casi en secreto? En estos tiempos postreros ha llegado el momento de agruparse en la lucha final contra el avance generalizado de la estupidez. Ya no podemos mantener aquella consideración marxista de que la única ventaja del proletario es que son más. Hoy el proletariado ha sido cautivo y desarmado y quienes hacen girar sus vidas en torno a la última expulsión de Gran Hermano o el partido de liga de turno sí que son más, inmensamente más. Lo que toca es resistir, a pesar de que este infinitivo sea cuestionado por quienes piensan que el secreto de la vida es adaptarse, fluir según el sentido de la corriente, abandonarse al triunfo del pensamiento dominante. Vivimos en un tiempo de descuento, en una época del fin que podría llegar a ser, incluso, el fin de todas las épocas. Hace falta una ética del final, una actitud de rescate de todo lo bueno que, a pesar de todo, hemos ido acumulando; una visión distante, casi cínica, del acontecer. Y al mismo tiempo mucho sentido del humor, mucha alegría dionisiaca para afrontar esta fase última del despliegue de la tontuna humana que amenaza con llevarse todo por delante. La capacidad del ser humano para huir de sí mismo es casi infinita, para mirar para otro lado mientras se incendia Roma, para ensuciar el plato en el que come. Aunque somos cada vez más escépticos sobre la posibilidad de que otra humanidad esté por aparecer debemos actuar como si esta fuera una condición necesaria e inevitable.

 
Con esta declaración urgente de intenciones reactivamos La inocencia del devenir un par de años después, con la esperanza de que sea uno de tantos lugares donde los últimos anacoretas puedan felizmente encontrarse.



 

1 comentario:

  1. Me alegra volver a saludarte. Firmado: una anacoreta real a punto de ocultarse porque ya le va tocando la vez en el gran mercado del bloguerio.

    ResponderEliminar